El proceso educativo y de aprendizaje ocurre en múltiples escenarios desde que nacemos. En nuestro hogar, de la mano de nuestros padres, en los parques, en las plazas, en la naturaleza, etc. El aprendizaje se produce de manera espontánea y natural, en contacto con la naturaleza y los diferentes elementos de la vida diaria.
La pedagogía lleva décadas investigando sobre la mejor manera de educar en el escenario llamado escuela. Son las llamadas “pedagogías alternativas” (algunas con un siglo de antigüedad ya) las que repensaron como conectar los espacios físicos con los procesos de aprendizaje. La pedagogía y la arquitectura se unieron y demostraron que los espacios diseñados para el aprendizaje, propician experiencias educativas.
Si en la ecuación del sistema educativo tenemos al alumnado, al profesorado y a las familias, una variable imprescindible es también el espacio y los materiales. Este factor material clave, entendemos que debe estar al servicio de los niños y las niñas y de su proceso de desarrollo, de crecimiento y de aprendizaje. Es el entorno, el que debe adaptarse al niño y a su proceso de vida.
En las pedagogías alternativas (Pikler, Montessori, Steiner, Malaguzzi, etc) el entorno, el espacio, el mobiliario, los materiales y las zonas exteriores son piezas claves que sustentan sus teorías y logros pedagógicos. Se coloca al niño o a la niña en el centro del proceso, se les dota de protagonismo, respetando su desarrollo y acompañándolos en el proceso natural de aprendizaje. Para ello el entorno cobra un sentido primordial. Nada es fruto del azar, todo lo que existe en la escuela tiene un motivo y un fundamento pedagógico.
Algunos ejemplos:
- El mobiliario debería ser proporcionado a su escala, accesible y que permita la manipulación, ayudando al desarrollo del juego simbólico, la experimentación y la adquisición de competencias.
- Los elementos de motricidad deberían permitir que el niño se mueva libremente, que experimente, que favorezca el juego libre, pudiendo testar de forma autónoma sus límites y capacidades.
- Los espacios pueden tener colores neutros, con materiales de madera, naturales y orgánicos que favorezcan el contacto y la conexión con la naturaleza. De líneas simples y que permitan el fluir de los ambientes.
- Se debería favorecer la expresión artística y la comunicación a través de la creatividad, del movimiento, sin juicio y como expresión libre y no guiada.
- El exterior debe ser tan importante como el interior, y constituir un espacio más donde se producen relaciones, aprendizajes en común y donde los niños y niñas se nutren del contacto con la naturaleza.
Una de las escuelas que está llevando una gran transformación en su espacio y en su visión pedagógica asociada, y con la que hemos colaborado, es la escuela infantil del Colegio Montserrat Fuhem, en Madrid. Ellos mismos cuentan su experiencia y su proceso de transformación en este artículo con el que estamos totalmente de acuerdo y desde aquí les agradecemos la confianza y les damos la enhorabuena y ánimos para este viaje de transformación y aprendizaje.